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CENTRO HISTÓRICO DE ROMA, LAS PROPIEDADES EXTRATERRITORIALES DE LA SANTA SEDE EN LA CIUDAD Y SAN PABLO EXTRAMUROS

icona patrimonio sito UNESCO
PATRIMONIO CULTURAL, TRANSNACIONAL
REFERENCIA: 91QUATER
CIUDAD DE ASIGNACIÓN: PARÍS, FRANCIA; BANFF, CANADÁ
AÑO DE INSCRIPCIÓN: 1980; 1990
MOTIVO: el sitio comprende una serie de estructuras de incomparable valor artístico, construidas a lo largo de casi tres milenios de historia.

«Roma era su gran amor: no la Roma de los Césares,
sino la Roma de los Papas; no la Roma de los Arcos, de
las Termas, de los Foros, sino la Roma de las Villas, de
las Fuentes, de las Iglesias.»

El placer, Gabriele d’Annunzio

En esta frase pronunciada por Andrea Sperelli, protagonista de El placer, se resume la grandeza de lo que quizá sea uno de los mayores bienes de la UNESCO del mundo, tanto por vastedad geográfica como por estratificación cronológica. El confín del sitio arqueológico de Roma protegido por la UNESCO coincide con las murallas construidas por el emperador Aureliano en el siglo III d. C. Dentro de su trazado, el centro del mundo conocido surgió y prosperó durante más de mil años: desde el día en que una loba legendaria bajó de las laderas boscosas para beber a orillas del Tíber y encontró a dos niños en un cesto que la corriente había colocado bajo una higuera, la historia se ha ido depositando capa a capa en estas 1200 hectáreas de terreno, pasando de la Roma de los césares a la de los papas. Las murallas de la ciudad, construidas en un momento histórico en que las incursiones bárbaras en la península habían empezado a socavar la creencia de que nadie se atrevería a violar con las armas el territorio sagrado de la Urbe, fueron destrozadas por un cañonazo el 20 de septiembre de 1870, no lejos de Porta Pia, durante una operación militar que anexionó al Reino de Italia lo que quedaba de los Estados Pontificios, tras la pérdida del Lacio en 1860. El papa se atrincheró en el Vaticano, salvándose de la anexión. En 1929 los Pactos de Letrán establecieron el equilibrio entre los dos Estados y la gestión de los bienes de la Santa Sede en territorio italiano.

IMPRESCINDIBLE

«Del negro hacia atrás. Esa oscuridad era el interior de la caña del cañón del Gianicolo. Tan pronto como estamos fuera: BUM. Humo y una gran explosión. Al unísono. Los pájaros se alzan en vuelo en tromba contra el cielo de un azul irrepetible. Es mediodía, y Roma ahora lo sabe.»

Así rezan las primeras líneas del guion de La grande bellezza, la película de Paolo Sorrentino ganadora del Oscar en 2013, cuyas escenas recomendamos ver al mismo tiempo que se lee el guión, publicado junto a otros muchos trabajos relacionados con la película en 2023, a 10 años de su estreno. La Roma que recorre Jep Gambardella es hermosa como una flor marchita, atacada por parásitos, en un escenario animado por personajes oníricos y confusos, aburridos , grotescos.
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Desde el 1 de diciembre de 1847, con una significativa interrupción durante la Segunda Guerra Mundial, a mediodía se dispara desde la colina del
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Gianicolo un cañonazo cargado con 1 kg de pólvora: una costumbre nacida de la necesidad de sincronizar las campanas de las numerosas iglesias de Roma y que es también la escena inicial de La grande bellezza «es mediodía, y Roma ahora lo sabe». La cámara recoge distintos personajes hasta detenerse en la
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Fontana dell’Acqua Paola llamada por los romanos «Fontanone»: es la parte final monumentalizada del acueducto de Trajano. «Stefano posee las llaves de los palacios más bellos de Roma». «¿Es portero?». «No, no es portero, es amigo de las princesas». La exploración nocturna de Stefano, Jep y Ramona por las «casas de las princesas» transcurre por algunos lugares fascinantes. En el número 3 de la Piazza dei Cavalieri di Malta se encuentra la puerta de la Soberana Orden de Malta, con el
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ojo de cerradura más hermoso del mundo: mirando a través de él es posible admirar la cúpula de San Pietro, enmarcada por un seto de laurel. Los tres se dirigen luego al
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Palazzo Barberini donde Ramona se emociona al admirar La fornarina pintada por Rafael. Poco después, Ramona recorre asombrada la
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galería con falsa perspectiva del Palazzo Spada, diseñada por Borromini con el asesoramiento de un matemático: parece muy larga, pero en realidad mide solo 8 m. Al amanecer, mientras el hijo de Viola cierra los ojos y pisa el acelerador, Ramona, Stefano y Jep terminan su paseo en
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Villa Medici, construida en el Cinquecento en el punto más alto de Roma. «En un entierro, no hay que olvidarlo nunca, uno sube al escenario». Jep elige el vestido que Ramona llevará en el funeral del hijo de Viola, que se estrelló con el coche; está sentado en un impresionante «banco» de mármol Calacatta, obra de Gaetano Minnucci, en e
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Salone delle Fontane de el EUR. Por último, la casa de Jep, que da al lado sur del
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Colosseo: no es el lado más monumental, pero es el que revela sus cicatrices y sufrimientos, y que casi lo muestra pequeño e indefenso.

«Corrían voces de que el entendimiento estuviera
finalmente próximo, que el rey se mostrara
dispuesto a reconocer al papa la propiedad
soberana de la Ciudad Leonina y de una estrecha
franja de territorio que iba hasta el mar. Estando
las cosas así, ¿la boda de Benedetta y de Prada
no se convertía en una especie de símbolo de la
unión y de la reconciliación nacional? ¿Aquella
hermosa criatura, el lirio puro de la nobleza
negra, no sería el holocausto concedido, la
prenda entregada a la sociedad blanca?»

Roma, Émile Zola

Para comprender cómo se originaron las propiedades extraterritoriales de la Santa Sede es necesario retroceder en el tiempo hasta la época en que los papas no solo eran líderes espirituales sino también soberanos temporales, jefes de Estado. Desde la Edad Media hasta el 20 de septiembre de 1870, los papas gobernaron un vasto territorio denominado Estados Pontificios o Estado de la Iglesia, que abarcaba gran parte de la Italia central, incluida Roma, y garantizaba la independencia y la autonomía de la Iglesia frente a otras potencias europeas. Con el surgimiento de los movimientos nacionalistas del siglo XIX Italia comenzó a unificarse bajo el dominio del Reino de Cerdeña y la familia Saboya. El 20 de septiembre de 1870 las tropas italianas dirigidas por el general Raffaele Cadorna abrieron una brecha en las murallas de Roma, en Porta Pia, con la intención de anexionar a Italia el Estado de la Iglesia y su capital, Ciudad del Vaticano. El papa Pío IX se declaró prisionero, negándose a reconocer la nueva situación e iniciando un largo periodo de conflicto latente entre la Iglesia y el Estado italiano. Durante casi 60 años la llamada «Questione Romana» se mantuvo irresoluta y los papas vivieron en una especie de prisión voluntaria dentro del Vaticano, rechazando todo compromiso con el Gobierno italiano. El punto de inflexión llegó en 1929, con la firma de los Pactos lateranenses entre el Reino de Italia, representado por Benito Mussolini, y la Santa Sede, representada por el cardenal Pietro Gasparri. El Tratado de Letrán reconocía a la Ciudad del Vaticano como un Estado independiente y soberano, garantizando al papa una base territorial desde la que ejercer su autoridad espiritual. Los territorios de los Estados Pontificios habían sido ya anexionados a Italia años atrás, hecho que redujo las propiedades de la Santa Sede únicamente a la Ciudad del Vaticano –Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1984– que de este modo se convirtió en el Estado más pequeño del mundo: 0,5 kilómetros cuadrados, el 80% de los cuales ocupados por los Jardines Vaticanos. Dado que dicho espacio era insuficiente para albergar las oficinas encargadas de la gestión del Estado, es decir, los dicasterios y la curia romana, se determinó que algunos edificios de la ciudad de Roma y de fuera de ella pasaran a ser propiedades extraterritoriales de la Santa Sede

IMPRESCINDIBLE

«La salida fue estrepitosa. […] Recorrieron todo el centro histórico desde la Piazza Venezia a la Piazza del Popolo, y después por Via Veneto, Villa Borghese, y luego de nuevo hacia atrás a la Piazza Navona, ¡y el Gianicolo, y San Pietro! […] Alzando la vista, se veían estatuas volando con las alas desplegadas entre las cúpulas y las azoteas, y viendo los puentes, detrás de sí, volar al viento con las blancas túnicas. Y un carrusel de árboles y banderas. Y personajes nunca vistos, siempre de mármol blanco, en forma de hombres y de mujeres y de animales, sosteniendo edificios, jugando con el agua, tocando trompetas de agua, corriendo y cabalgando dentro de las fuentes y junto a las columnas…»

En La historia, de Elsa Morante, los hermanos Nino y Useppe emprenden un desenfrenado viaje en moto a través de la ciudad: estamos en 1946. El itinerario propuesto recorre algunas de las propiedades extraterritoriales de la Santa Sede con mayor relevancia histórica.
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La
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Basilica Papale di San Giovanni in Laterano es la primera de las cuatro basílicas papales mayores: tres se encuentran en este itinerario, la cuarta es la Basilica di San Pietro, en el Vaticano. También es la basílica más antigua e importante de Occidente (consagrada a principios del año 300 d. C., 13 años antes que la de San Pietro). Por este motivo, a ambos lados de la entrada se puede leer: «sacrosanta iglesia madre y cuerpo de todas las iglesias de Roma y del mundo». Aquí se encuentra la Scala Santa, 28 peldaños que los fieles suben de rodillas. La
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Basilica Papale di Santa Maria Maggiore, por su parte, es la única de Roma que conserva la estructura arquitectónica paleocristiana. En su interior se conservan 27 paneles musivos de mediados del 400 d. C., época en la que aún no había caído el Imperio romano de Occidente; se consideran el primer ciclo figurativo aparecido en una iglesia romana. La
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Basilica Papale di San Paolo Fuori le Mura se alza a 2 km fuera de las murallas aurelianas, saliendo de la Porta di San Paolo, justo sobre la tumba de san Pablo, que se encuentra bajo el altar papal. En diciembre de 1787, Goethe la describe en sus diarios, aportando un importante testimonio del aspecto de la basílica, antes del incendio que la destruyó parcialmente en 1823: «Entrar en esta iglesia produce un efecto solemne: poderosas filas de columnas sostienen grandes paredes pintadas al fresco, cerradas en lo alto por la trama de madera del techo». Si queréis alojaros en un Patrimonio Mundial de la UNESCO podéis reservar una habitación en la
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Casa Bonus Pastor, enfrente de las murallas vaticanas. Fuera de Roma, las
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Ville Pontificie di Castel Gandolfo también entran dentro de la categoría de propiedades extraterritoriales. Se extienden a lo largo de 55 hectáreas en la zona de los Castelli Romani y fueron concedidas a la Santa Sede en virtud de los Pactos de Letrán (1929), como residencias extraurbanas del pontífice. El palacio papal puede visitarse todos los sábados

«Yo odio Roma –respondió Donatello–.
Y por una causa justa.»

El fauno de mármol, Nathaniel Hawthorne

Inverosímil, irresoluble, irrenunciable, conflictiva, fanfarrona, desencantada, sufridora: de todas las ciudades de Italia, Roma es quizá la que más se percibe como una criatura viva, un superorganismo milenario, irreductible a esquemas lógico-casuales. De ella han hablado muchísimos escritores, pero rara vez sus hijos. Antes del siglo XIX, son los grandes turistas, los viajeros europeos y americanos, quienes nos ofrecen una imagen de Roma, cuya primera reacción hacia ella es siempre la misma: al principio repulsión, desconcierto, escándalo por una ciudad provinciana y en ruinas, donde, entre calles llenas de suciedad y rebaños de ovejas que pastan en los foros imperiales, los cardenales juegan a tressette con los cocineros y los señores discuten con los muleros sobre lo bueno que están los pescaditos de la freiduría; pero, al cabo de unos días, afloran otros sentimientos: la belleza accidentada de los monumentos, los instantes de maravilla en el caos, el oro rosado que baña la ciudad al atardecer, las procesiones religiosas, la ausencia de rigidez formal despiertan en estos viajeros un conmovedor enamoramiento, que les lleva a dolorosas despedidas o declaraciones de amor eterno. A partir del siglo XX los italianos empiezan por fin a hablar de Roma, si bien casi ninguno de ellos es romano, salvo las ilustres excepciones de Moravia y Morante. Palazzeschi, florentino, escribe Roma en 1953, considerada por Montale «el retrato de un patricio que rechaza todo lo que ha sucedido en Roma desde 1870». Pratolini, que de Florencia se traslada a Roma, trabajará en la capital italiana en sus primeros experimentos narrativos: Il tappeto verde y Via de’ magazzini, en 1941; Le amiche, en 1943; Cronaca familiare, en 1947. Flaiano, de Pescara, escribe en 1954 el cuento Un marziano a Roma, que más tarde se convierte en un telefilme y una obra de teatro. Calvino ambienta en Roma su última novela, Palomar. También Gadda, milanés, escribe una de las obras maestras del Novecento, obra maestra hasta en el título: Quer pasticciaccio brutto de via Merulana; y Pasolini, friulano, que sobre Roma, divina y violenta, escribe: «¡Si supieras qué es Roma! Todo vicio y sol, costras y luz: un pueblo invadido por la alegría de vivir, el exhibicionismo y la sensualidad contagiosa, que llena los suburbios. Estoy perdido aquí en medio».

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Los sitios italianos Patrimonio de la UNESCO se cuentan a través de las palabras de grandes escritores que han celebrado su historia y belleza

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PARA LOS MÁS JÓVENES

«¿HABÉIS ESTADO ALGUNA VEZ EN VILLA BORGHESE? NO ME REFIERO AL PARQUE, QUE TAMBIÉN ES ENCANTADOR, CON LOS PINOS ALTÍSIMOS Y LOS ARBUSTOS BAJOS Y DENSOS, LOS CLAROS IMPREVISTOS, EL LAGO Y LAS FUENTES EN EL CENTRO, EL PICADERO Y EL BELVEDERE DEL PINCIO, Y CON TODOS ESTOS ELEMENTOS QUE SE MEZCLAN DE TAL FORMA QUE PARECE UNA ESPECIE DE PARAÍSO TERRENAL QUE NO DEBIERA ACABARSE NUNCA. OS ESTOY PREGUNTANDO SI HABÉIS ESTADO EXACTAMENTE EN LA GALERÍA»
attività per bambini del sito UNESCO nr. 2
Roma despierta la imaginación de los más pequeños con lugares únicos. Empezamos por el
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Parco di Villa Borghese, que aparece en el libro Minuti contati, de Maria Beatrice Masella: alberga edificios, esculturas, fuentes y monumentos barrocos, neoclásicos y eclécticos, rodeados de árboles centenarios, jardines italianos y estanques y es conocido como el Parco dei Musei por su alta concentración de instituciones culturales. Otro fantástico lugar es la
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Fontana di Trevi, donde cada día se arrojan monedas por valor de unos 3800 euros; cíclicamente, la fuente se vacía y las monedas se recogen y se entregan a Cáritas, una organización religiosa que se ocupa de las personas más necesitadas. Con su forma bizarra, la
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Piazza Navona fue el estadio del emperador Domiciano en tiempos de la antigua Roma. Decorada con diversas estatuas, conserva aún la de
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Pasquino, la más célebre «estatua parlante de Roma»: desde el año 1500 es costumbre pegar junto a la escultura notas de burla o polémicas. Para conocer la historia de Roma, acercaos al
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Welcome to Rome, un museo fundamental para conocer la evolución de la ciudad desde las aldeas prehistóricas de las siete colinas hasta nuestros días. Las imágenes vienen proyectadas en paredes, techos y suelos, mientras que una gran maqueta cambia de aspecto para mostrar la evolución de la ciudad a lo largo del tiempo y diferentes exposiciones interactivas cuentan la historia de monumentos importantes. Ninguna imagen, sin embargo, ni siquiera la más bella, consigue transmitir la emoción que se siente al entrar en la arena del
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Colosseo, el mayor anfiteatro del mundo, con capacidad para más de 50 000 espectadores. Goethe nos ofrece una bella descripción al respecto: «El Coliseo, [...] de noche está cerrado; en su interior, en una pequeña capilla, vive un eremita y bajo las bóvedas en ruinas se refugian los mendigos. Ellos habían encendido una hoguera al fondo, en el suelo, y una brisa extendía el humo por toda la arena, cubriendo la parte inferior de las ruinas, mientras los gigantescos muros se alzaban sombríos; nosotros, de pie frente a la verja, contemplábamos aquel prodigio, y en el cielo la luna brillaba alta y serena. Poco a poco el humo se extendía por las paredes, los espacios, las aberturas, y a la luz de la luna parecía niebla».
sito UNESCO nr. 2 in Italia
RECOMENDACIONES DE LECTURA

Recomendaciones de lectura para entrar en el corazón del centro histórico de Roma.

  • El fauno de mármol, Nathaniel Hawthorne (1860). Novela y diario de viaje. Ambientado en la época de los viajeros del Grand Tour, el libro narra un crimen pasional cometido por Donatello, un joven artista con un parecido asombroso al Fauno de Praxíteles.
  • Roma, Émile Zola (1896). Zola llegó a Roma en 1894 y pasó allí varias semanas. El resultado fue Roma, segunda novela de la trilogía Las tres ciudades.
  • Roma, Aldo Palazzeschi (1953). El noble papalino caído en desgracia Filippo di Santo Stefano y su criado Checco, ciociaro y analfabeto, afrontan el momento de transición que Roma atraviesa de 1942 a 1950 con la serenidad de quien resiste hasta que sea posible, en un agudo retrato sociológico de dos mundos, el de la plebe y el de la aristocracia, ambos condenados a desaparecer.
  • Un marziano a Roma, Ennio Flaiano (1954). El marciano Kunt aterriza con su nave espacial en Roma, cerca de Villa Borghese. De este cuento satírico de ciencia ficción se hicieron una comedia (1960) y un telefilme (1983).
  • El zafarrancho aquel de via Merulana, Carlo Emilio Gadda (1957). En marzo de 1927, un edificio de Via Merulana se ve sacudido por dos crímenes. La novela policiaca es también el retrato de una ciudad que no responde a patrones lógicos y de una nación durante la época del ventennio fascista.
  • Una vida violenta, Pier Paolo Pasolini (1959). En el segundo capítulo de esta novela, un grupo de chicos de clase baja recorre Roma a lo largo y a lo ancho: suburbios, periferias, barrios residenciales y centro histórico.
  • La Historia, Elsa Morante (1974). Durante una noche romana de 1941 Ida es violada por un soldado alemán. Los trágicos acontecimientos de la «pequeña historia» de Ida y su hijo Useppe, nacido de la violencia, se desarrollan en un plano paralelo a la «Gran Historia» que aplasta a la masa de los débiles.
  • Palomar, Italo Calvino (1983). En la última obra de Calvino, la ciudad no tiene nombre, pero Roma se adivina en cada línea: «Hay una cosa extraordinaria que ver en Roma en este final de otoño y es el cielo lleno de pájaros”. En efecto, el fenómeno de las bandadas de estorninos en el cielo romano es único e impresionante»
  • Magica e velenosa. Roma nel racconto degli scrittori stranieri, Valerio Magrelli (2010). «Roma es sucia, pero es Roma; y para cualquiera que haya vivido allí durante mucho tiempo, esa suciedad tiene un encanto que la limpieza de otros lugares jamás ha tenido». Magrelli elige una cita de John Ruskin para la contraportada de este pequeño volumen, en el que recoge las impresiones que la ciudad despierta en los protagonistas del Grand Tour.
  • Suburra, Carlo Bonini, Giancarlo De Cataldo (2013). El libro que inspiró la serie de Netflix y la película dirigida por Stefano Sollima (2015) narra una Roma en la que operan políticos, religiosos y el crimen organizado.
  • La grande bellezza, Paolo Sorrentino (2023). Para celebrar el 10.° aniversario del estreno en salas de la película ganadora de un Óscar, se publicó este libro que contiene el guión original, fotos del set, los bocetos de la escenografía y una selección de artículos de prensa: un viaje entre bastidores de una película, que es a su vez un viaje físico y psicológico por la ciudad de Roma y los personajes que la habitan.

Para los más jóvenes:

  • Minuti contati, Maria Beatrice Masella (2024). Un visitante desconocido entrega a dos jóvenes becarios de la Galleria Borghese, Stella y Riky, un enigmático mensaje. Es el comienzo de una intrincada búsqueda del tesoro y de una carrera contra el tiempo: si los chicos no lo consiguieran, algo terrible podría ocurrirle a las obras del museo.
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Descarga el libro digital y explora los 60 sitios de la UNESCO en Italia a través de las palabras de los grandes autores de la literatura italiana y universal.

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