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VILLA D’ESTE (TÍVOLI)

icona patrimonio sito UNESCO
PATRIMONIO CULTURAL
REFERENCIA: 1025
CIUDAD DE ASIGNACIÓN: HELSINKI, FINLANDIA
AÑO DE INSCRIPCIÓN: 2001
MOTIVO: la Villa d’Este de Tívoli, con su palacio y su jardín, es uno de los testimonios más significativos y completos de la cultura del Renacimiento en su máxima expresión. Considerado uno de los primeros giardini delle meraviglie, fue desde el principio un modelo para el desarrollo de los jardines en Europa.

«Dejemos las cosas sagradas en el Vaticano, este es solo
el lugar de las delicias.»

Hipólito de Este

En cierto momento de su vida, para el cardenal Hipólito de Este –hijo de Lucrezia Borgia y sobrino del homónimo cardenal al que Ludovico Ariosto había dedicado el Orlando furioso– el ascenso al trono pontificio y el orgullo de dar a su familia un papa se habían convertido en su única razón de vivir; pero en cada cónclave sus esperanzas se veían truncadas, algo que ocurrió en seis ocasiones. Más atento a las tramas propias del poder y a los deleites profanos que a su vocación, Hipólito entabló relaciones amorosas, tuvo una hija, Renata, más tarde esposa de Lodovico Pico della Mirandola, y descargó sus frustraciones en el proyecto de construcción de la Villa d’Este, en Tívoli, en el Valle dell’Aniene, amado por la élite romana desde los tiempos del imperio. Apenas tuvo tiempo de disfrutar de la inauguración de la villa, a la que asistió el papa Gregorio XIII, pues murió pocos meses después, el 2 de diciembre de 1572. La villa y el magnífico jardín fueron entonces abandonados a su suerte y las colecciones de antigüedades fueron perdiéndose, hasta que a mediados del Ottocento, la residencia fue restaurada por el cardenal Gustav Adolf von Hohenlohe-Schillingsfürst. Durante aquellos años, un pequeño apartamento de la Villa d’Este se convirtió en la residencia de vacaciones del compositor Franz Liszt, quien, inspirándose en ella, escribió tres piezas de las suites para piano solo Années de pèlerinage. Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 2001, Villa d’Este expresa en sus jardines toda su magnificencia: el centenar de fuentes, los ninfeos, las grutas, los juegos de agua y los órganos hidráulicos no solo la convierten en una obra maestra del modelo de jardín italiano, sino que infunden en el visitante una sensación absoluta de paz y armonía; tal vez la misma paz que buscaba Hipólito de Este en el frescor y los murmullos de su obra de arte, lejos del frenesí de los palacios del poder.

IMPRESCINDIBLE

«No me conmueven la austeridad de Esparta y los campos esplendorosos de Larissa, sino los ecos que en Tívoli animan el templo de Albunea, el bosque de Tiburno, la cascada de l’Aniene y los vergeles irrigados por el fluir del agua.»

La belleza del paisaje de Tívoli, cantada por Horacio en estos versos de sus Odas (I, 7), ha captado la atención de poetas, pintores, emperadores y papas a lo largo de milenios.
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«Pasamos por Tívoli [...] adorablemente dispersa y sin embargo animada y llena de gente, entre las salpicaduras eternamente felices de las cataratas del fragoroso Aniene, con su permanente arcoíris, los templos sibilinos, las alusiones clásicas y las citas byronianas». Para contener las crecidas del «fragoroso Aniene» descrito por Henry James en Italian Hours, en 1832 el papa Gregorio XVI hizo excavar un túnel en el monte Catillo y encauzó las aguas en una
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cascada con una caída de 120 m, la segunda más alta de Italia después de las cataratas de Marmore, en Umbría. Alrededor de la cascada hoy se extiende el Parco di Villa Gregoriana, de gran valor naturalista, con bosques, senderos, restos de grandes villas romanas y grutas naturales. Este paisaje enamoró a Goethe, que en su Viaje a Italia escribe: «En estos días estuve en Tívoli, donde admiré una de las grandes visiones que ofrece la naturaleza. Esas cascadas, junto con las ruinas y todo el conjunto del paisaje, se cuentan entre las cosas cuyo conocimiento nos enriquece profundamente el interior [...]. La cascada que se precipita en las inmediaciones, siguiendo un intrincado recorrido, produce los efectos más admirables». Una parada imprescindible en un viaje a Tívoli es
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Villa Adriana, una magnífica residencia construida por el emperador Adriano y protagonista de la exitosa novela de Marguerite Yourcenar: «Aquella noche, de regreso en mi casa de Tíbur, sentí mi corazón cansado pero tranquilo en el momento de recibir de manos de Diótimo el vino y el incienso del sacrificio cotidiano a mi Genio. Simple particular, había comenzado a comprar y a reunir aquellas tierras tendidas al pie de los contrafuertes del Soracto, al borde de las fuentes, con el paciente encarnizamiento de un campesino que completa su viñedo. Entre una gira de inspección imperial y otra, había puesto las tiendas bajo esos bosquecillos invadidos por albañiles y arquitectos, y cuya conservación me pedía piadosamente un adolescente imbuido de todas las supersticiones asiáticas». Y por último, la tercera villa de Tívoli, la
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Villa d’Este, con los cipreses y las fuentes retratados por Corot (en el cuadro Tivoli, les jardins de la Villa d’Este) y amados por Gabriele d’Annunzio, que en el poema Notturno sueña con: «Ser el más alto y el más oscuro ciprés de la Villa d′Este, / después del crepúsculo, / cuando la fuente / mueve el velo del capelvenere / de su oreja que gotea / para sentir el rumor remoto / de la cascada tiburtina; / y tocar la gracia de la noche / con el claro verde sensible / que orla el follaje funerario».

«Innumerables distracciones me
han impedido, hasta hoy, empezar
con la Cantata de Beethoven.
Ahora por fin ha llegado la paz y
el silencio: pasaré todo el invierno
en la Villa d’Este [...] y pretendo no
desperdiciar el tiempo.»

Carta de Franz Liszt al doctor Ludwig Nohol,
Villa d’Este, 17 de noviembre de 1869

El compositor Franz Liszt conoció por primera vez la Villa d’Este en julio de 1864, invitado por el cardenal von HohenloheSchillingsfürst, que se estaba ocupando de la renovación completa de la villa, que había pasado a manos de la familia HabsburgoEste tras años de abandono. El cardenal asignó a Liszt un pequeño apartamento de tres habitaciones. La estancia favorita del músico, decorada con papel pintado de celosías de rosas y farolillos, estaba ocupada casi por completo por su piano. El ambiente dentro era caluroso debido a la estufa, siempre encendida, y estaba impregnado del humo de sus amados puros. Liszt frecuentó la Villa d’Este durante 20 años y amaba sus jardines y fuentes, que inspiraron tres de sus composiciones: Ai cipressi di Villa d’Este y Giochi d’acqua a Villa d’Este I e II; y también entabló una relación afectuosa con los habitantes de Tívoli, que le llamaban ‘il commendatore’ y le consideraban cortés, disponible, paciente y generoso: el músico, de hecho, organizaba conciertos benéficos y a menudo tocaba con pianos desafinados y músicos que no estaban a la altura de la situación, circunstancias que no le causaban vergüenza sino más bien gran diversión.

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PARA LOS MÁS JÓVENES

«GRANDES SILENCIOS, BIENESTAR PACÍFICO, AIRE APACIBLE, ESPLÉNDIDOS PAISAJES, AGRADABLES PASEOS, COMIDA SANA Y NUTRITIVA, EXCELENTE VINO, LIBROS, MÚSICA, PIANOS PARA USAR A VOLUNTAD Y TEMPERATURAS ADECUADAS TANTO FÍSICA COMO ESPIRITUALMENTE.»
attività per bambini del sito UNESCO nr. 35
Con estas palabras, el compositor Franz Liszt, de vacaciones en un pequeño apartamento de tres habitaciones en la Villa d’Este, convenció a su amigo Franz Haberl para que lo visitara en Tívoli. El músico pasó largas temporadas en la villa, como invitado del cardenal von Hohenlohe-Schillingsfürst, que en esos años trabajaba en la restauración de las habitaciones y los jardines. Liszt adoraba los maravillosos jardines de estilo italiano de la Villa d’Este, con sus numerosas fuentes y órganos hidráulicos, los cuales constituyeron una gran fuente de inspiración para él. Los jardines son hoy un destino perfecto para los niños, que podrán moverse libremente y hacer los descubrimientos más sorprendentes. La sobria y elegante
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Fontana del Bicchierone fue diseñada casi un siglo después de la inauguración de la villa, en 1661, por el ilustre arquitecto Gian Lorenzo Bernini, quien más tarde recalibraría el chorro de agua pues era tan alto que dificultaba la vista de la hermosa logia que se yergue detrás de la fuente. La
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Fontana di Pegaso está inmersa en la vegetación y sobre ella triunfa Pegaso rampante, el caballo alado nacido de la decapitación de Medusa. La
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Rometta se abre al belvedere que domina la llanura romana y se presenta como una serie de setos, fuentes y chorros de agua con la estatua de Roma (que da nombre a la fuente) en un trono en el centro. Se accede a ella cruzando un pequeño puente sobre un canal que representa el Tíber, alimentado por un arroyo que representa el Aniene, el río de Tívoli. El barco situado en el centro de la fuente simboliza la isla Tiberina, en el corazón de Roma. En el centro del parque se encuentra la
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Fontana dei Draghi, construida en 1572 con motivo de la visita del papa Gregorio XIII para la inauguración de la Villa d’Este; en su día contaba con una complicada serie de mecanismos que reproducían disparos, estallidos, cañonazos y explosiones inspirados en la Girandola di Castel Sant’Angelo, el espectáculo pirotécnico que aún hoy se celebra cada 29 de junio. Las
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Cento Fontane, quizá la fuente más hermosa de la villa, está formada por 100 chorros de agua en tres filas superpuestas que de noche se iluminan de forma evocadora. La
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Fontana dell’Organo es monumental, casi barroca, y debe su nombre a los mecanismos internos que hacen que el agua que cae provoque un chorro de aire que canalizado produce melodías de órgano, cosa que a los invitados de la época divertía y asombraba. La fuente sigue sonando en la actualidad, una vez al día, a la hora señalada. La
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Fontana di Nettuno es una de las más escénicas, con sus grandes columnas de agua que proyectadas hacia el cielo forman un arcoíris cuando la luz incide sobre ellas.
sito UNESCO nr. 35 in Italia
RECOMENDACIONES DE LECTURA

Recomendaciones de lectura para descubrir Tívoli, la villa y su jardín.

  • Odas, Quinto Orazio Flacco (23-13 a. C.). En la Oda VII del Libro I, Horacio presenta la ciudad de Tívoli como apacible y acogedora: el lugar perfecto para buscar en el vino consuelo a las penas.
  • Viaje a Italia, Johann Wolfgang von Goethe (1816-17). El fascinante reportaje del Grand Tour que Goethe realizó entre 1786 y 1788 es un viaje a través del arte, la cultura y la belleza de los panoramas italianos
  • Viaggio a Tivoli, Filippo Alessandro Sebastiani (1828). Es la historia de un personalísimo viaje a Tívoli a mediados del siglo XIX. Su lectura permite comprender el Tívoli del pasado y sus inmortales bellezas.
  • Elegie romane, Gabriele d’Annunzio (1892). En estos poemas, inspirados en las Elegías romanas (1790) de Goethe, el poeta canta también a las Cento Fontane de la Villa d’Este: «Hablan, entre las no maltrechas verduras, las cien fuentes; / hablan suaves y llanas, como féminas bocas, / mientras sobre su fastigio, que el sol púrpura viste, / esplenden, oh gloria d’Este, las águilas y los acianos».
  • Letters of Franz Liszt, La Mara (1894). El epistolario de Liszt es una valiosa fuente para reconstruir la relación que el compositor mantuvo con la Villa d’Este y con la ciudad de Tívoli en general. En la ciudad que amaba, Liszt era considerado un huésped de honor, y él correspondía al afecto ofreciendo generosamente su música, especialmente en fiestas benéficas.
  • Italian Hours, Henry James (1909). El autor inglés, enamorado de Italia, recoge aquí sus impresiones de viaje escritas entre 1872 y 1909.
  • Sentimiento del tiempo, Giuseppe Ungaretti (1933). En esta antología de poesías se incluye el poema l’Isola, dedicado a Tívoli: «El paisaje es el de Tívoli. ¿Por qué la isla? Porque es el punto donde yo me aíslo, donde estoy solo: es un punto separado del resto del mundo, no porque lo sea en realidad, sino porque en mi estado de ánimo puedo separarme de él»
  • Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar (1951). Nada mejor que la novela de la escritora franco-belga Yourcenar para conocer la figura del emperador artífice de la Villa Adriana en Tívoli. La exitosa obra se divide en seis partes y está escrita como una larga carta que el propio Adriano, ya cansado y enfermo, escribe a su joven amigo Marco Aurelio, el cual se convertirá en su sobrino adoptivo y más tarde en emperador.
  • Viaggio in Italia, Guido Piovene (1957). Piovene viajó por el Bel Paese durante tres años para escribir este reportaje único y superdetallado, considerado un clásico de la literatura de viajes italiana. De los Alpes a Sicilia, pasando por Tívoli, la mirada del autor es una invitación a descubrir las maravillas de Italia.
  • El viaje a Italia. Historia de una gran tradición cultural, Attilio Brilli (1997). Brilli ha sido profesor de literatura angloamericana en la universidad de Arezzo y se ha ocupado de la literatura de viajes anglófona, en particular del mito del Grand Tour. Precisamente inspirándose en el Grand Tour, en 1997 recorrió los itinerarios de este libro, concentrados en el centro de Italia.
  • Franz Liszt nelle fotografie d’epoca della collezione Ernst Burger. El catálogo de la exposición celebrada en la Villa d’Este entre el 13 de abril y el 5 de junio de 2011 recuerda la larga historia de amor entre Tívoli y el compositor Franz Liszt, que pasó largas temporadas como invitado del cardenal Hohenlohe-Schillingsfürst, el cual estaba llevando a cabo una importante restauración de la Villa d’Este.
  • Ippolito d’Este. Cardinale, principe mecenate, Actas del congreso a cargo de Marina Cogotto y Francesco Paolo Fiore (2013). El cardenal fue uno de los protagonistas de la escena social y política de la época. Su vida estuvo marcada por el intento frustrado de convertirse en papa; no obstante, fue un gran mecenas de obras arquitectónicas y artísticas, recogidas en las actas de esta conferencia.
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