VILLA D’ESTE (TÍVOLI)
PATRIMONIO CULTURAL
En cierto momento de su vida, para el cardenal Hipólito de Este –hijo de Lucrezia Borgia y sobrino del homónimo cardenal al que Ludovico Ariosto había dedicado el Orlando furioso– el ascenso al trono pontificio y el orgullo de dar a su familia un papa se habían convertido en su única razón de vivir; pero en cada cónclave sus esperanzas se veían truncadas, algo que ocurrió en seis ocasiones. Más atento a las tramas propias del poder y a los deleites profanos que a su vocación, Hipólito entabló relaciones amorosas, tuvo una hija, Renata, más tarde esposa de Lodovico Pico della Mirandola, y descargó sus frustraciones en el proyecto de construcción de la Villa d’Este, en Tívoli, en el Valle dell’Aniene, amado por la élite romana desde los tiempos del imperio. Apenas tuvo tiempo de disfrutar de la inauguración de la villa, a la que asistió el papa Gregorio XIII, pues murió pocos meses después, el 2 de diciembre de 1572. La villa y el magnífico jardín fueron entonces abandonados a su suerte y las colecciones de antigüedades fueron perdiéndose, hasta que a mediados del Ottocento, la residencia fue restaurada por el cardenal Gustav Adolf von Hohenlohe-Schillingsfürst. Durante aquellos años, un pequeño apartamento de la Villa d’Este se convirtió en la residencia de vacaciones del compositor Franz Liszt, quien, inspirándose en ella, escribió tres piezas de las suites para piano solo Années de pèlerinage. Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 2001, Villa d’Este expresa en sus jardines toda su magnificencia: el centenar de fuentes, los ninfeos, las grutas, los juegos de agua y los órganos hidráulicos no solo la convierten en una obra maestra del modelo de jardín italiano, sino que infunden en el visitante una sensación absoluta de paz y armonía; tal vez la misma paz que buscaba Hipólito de Este en el frescor y los murmullos de su obra de arte, lejos del frenesí de los palacios del poder.
IMPRESCINDIBLE
«No me conmueven la austeridad de Esparta y los campos esplendorosos de Larissa, sino los ecos que en Tívoli animan el templo de Albunea, el bosque de Tiburno, la cascada de l’Aniene y los vergeles irrigados por el fluir del agua.»
La belleza del paisaje de Tívoli, cantada por Horacio en estos versos de sus Odas (I, 7), ha captado la atención de poetas, pintores, emperadores y papas a lo largo de milenios.
Google Maps
«Innumerables distracciones me
han impedido, hasta hoy, empezar
con la Cantata de Beethoven.
Ahora por fin ha llegado la paz y
el silencio: pasaré todo el invierno
en la Villa d’Este [...] y pretendo no
desperdiciar el tiempo.»
Villa d’Este, 17 de noviembre de 1869
El compositor Franz Liszt conoció por primera vez la Villa d’Este en julio de 1864, invitado por el cardenal von HohenloheSchillingsfürst, que se estaba ocupando de la renovación completa de la villa, que había pasado a manos de la familia HabsburgoEste tras años de abandono. El cardenal asignó a Liszt un pequeño apartamento de tres habitaciones. La estancia favorita del músico, decorada con papel pintado de celosías de rosas y farolillos, estaba ocupada casi por completo por su piano. El ambiente dentro era caluroso debido a la estufa, siempre encendida, y estaba impregnado del humo de sus amados puros. Liszt frecuentó la Villa d’Este durante 20 años y amaba sus jardines y fuentes, que inspiraron tres de sus composiciones: Ai cipressi di Villa d’Este y Giochi d’acqua a Villa d’Este I e II; y también entabló una relación afectuosa con los habitantes de Tívoli, que le llamaban ‘il commendatore’ y le consideraban cortés, disponible, paciente y generoso: el músico, de hecho, organizaba conciertos benéficos y a menudo tocaba con pianos desafinados y músicos que no estaban a la altura de la situación, circunstancias que no le causaban vergüenza sino más bien gran diversión.
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Los sitios italianos Patrimonio de la UNESCO se cuentan a través de las palabras de grandes escritores que han celebrado su historia y belleza
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«GRANDES SILENCIOS, BIENESTAR PACÍFICO, AIRE APACIBLE, ESPLÉNDIDOS PAISAJES, AGRADABLES PASEOS, COMIDA SANA Y NUTRITIVA, EXCELENTE VINO, LIBROS, MÚSICA, PIANOS PARA USAR A VOLUNTAD Y TEMPERATURAS ADECUADAS TANTO FÍSICA COMO ESPIRITUALMENTE.»


RECOMENDACIONES DE LECTURA
Recomendaciones de lectura para descubrir Tívoli, la villa y su jardín.
- Odas, Quinto Orazio Flacco (23-13 a. C.). En la Oda VII del Libro I, Horacio presenta la ciudad de Tívoli como apacible y acogedora: el lugar perfecto para buscar en el vino consuelo a las penas.
- Viaje a Italia, Johann Wolfgang von Goethe (1816-17). El fascinante reportaje del Grand Tour que Goethe realizó entre 1786 y 1788 es un viaje a través del arte, la cultura y la belleza de los panoramas italianos
- Viaggio a Tivoli, Filippo Alessandro Sebastiani (1828). Es la historia de un personalísimo viaje a Tívoli a mediados del siglo XIX. Su lectura permite comprender el Tívoli del pasado y sus inmortales bellezas.
- Elegie romane, Gabriele d’Annunzio (1892). En estos poemas, inspirados en las Elegías romanas (1790) de Goethe, el poeta canta también a las Cento Fontane de la Villa d’Este: «Hablan, entre las no maltrechas verduras, las cien fuentes; / hablan suaves y llanas, como féminas bocas, / mientras sobre su fastigio, que el sol púrpura viste, / esplenden, oh gloria d’Este, las águilas y los acianos».
- Letters of Franz Liszt, La Mara (1894). El epistolario de Liszt es una valiosa fuente para reconstruir la relación que el compositor mantuvo con la Villa d’Este y con la ciudad de Tívoli en general. En la ciudad que amaba, Liszt era considerado un huésped de honor, y él correspondía al afecto ofreciendo generosamente su música, especialmente en fiestas benéficas.
- Italian Hours, Henry James (1909). El autor inglés, enamorado de Italia, recoge aquí sus impresiones de viaje escritas entre 1872 y 1909.
- Sentimiento del tiempo, Giuseppe Ungaretti (1933). En esta antología de poesías se incluye el poema l’Isola, dedicado a Tívoli: «El paisaje es el de Tívoli. ¿Por qué la isla? Porque es el punto donde yo me aíslo, donde estoy solo: es un punto separado del resto del mundo, no porque lo sea en realidad, sino porque en mi estado de ánimo puedo separarme de él»
- Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar (1951). Nada mejor que la novela de la escritora franco-belga Yourcenar para conocer la figura del emperador artífice de la Villa Adriana en Tívoli. La exitosa obra se divide en seis partes y está escrita como una larga carta que el propio Adriano, ya cansado y enfermo, escribe a su joven amigo Marco Aurelio, el cual se convertirá en su sobrino adoptivo y más tarde en emperador.
- Viaggio in Italia, Guido Piovene (1957). Piovene viajó por el Bel Paese durante tres años para escribir este reportaje único y superdetallado, considerado un clásico de la literatura de viajes italiana. De los Alpes a Sicilia, pasando por Tívoli, la mirada del autor es una invitación a descubrir las maravillas de Italia.
- El viaje a Italia. Historia de una gran tradición cultural, Attilio Brilli (1997). Brilli ha sido profesor de literatura angloamericana en la universidad de Arezzo y se ha ocupado de la literatura de viajes anglófona, en particular del mito del Grand Tour. Precisamente inspirándose en el Grand Tour, en 1997 recorrió los itinerarios de este libro, concentrados en el centro de Italia.
- Franz Liszt nelle fotografie d’epoca della collezione Ernst Burger. El catálogo de la exposición celebrada en la Villa d’Este entre el 13 de abril y el 5 de junio de 2011 recuerda la larga historia de amor entre Tívoli y el compositor Franz Liszt, que pasó largas temporadas como invitado del cardenal Hohenlohe-Schillingsfürst, el cual estaba llevando a cabo una importante restauración de la Villa d’Este.
- Ippolito d’Este. Cardinale, principe mecenate, Actas del congreso a cargo de Marina Cogotto y Francesco Paolo Fiore (2013). El cardenal fue uno de los protagonistas de la escena social y política de la época. Su vida estuvo marcada por el intento frustrado de convertirse en papa; no obstante, fue un gran mecenas de obras arquitectónicas y artísticas, recogidas en las actas de esta conferencia.

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